
Activista y ecologista keniana, Wangari Maathai, actual viceministra de Medio ambiente de su país y fundadora del movimiento Cinturón Verde. Nacida en 1940 y madre de tres hijos, Maathai fue la primera mujer de África occidental que logró un doctorado universitario en Biología, la primera profesora de Anatomía veterinaria y la primera decana de su facultad, en la Universidad de Nairobi. Y la primera africana del vasto territorio que va de Suráfrica a Egipto que fue galardonada con el premio Nobel de la Paz. Habla kikuyu (su lengua materna) además de kiswahili (lengua nacional) e inglés (lengua oficial) y alemán.
De su autobiografía “Con la cabeza bien alta” hemos entresacado observaciones y puntualizaciones de Wangari que consideramos del mayor interés comentar. En el recorrido que hace por su vida la autora se detiene en presentar las circunstancias que rodearon su historia y en algún momento del primer capítulo comenta que ella comenzó a ir a la escuela porque su hermano Nderitu le planteó a su madre la siguiente pregunta: “Por qué Wangari no va a la escuela como el resto de nosotros?”
En el capítulo primero, hace un escueto repaso a la historia de su país, de éste entresacamos el siguiente texto:
“Los primeros europeos llegaron a Kenia a finales del siglo XIX. En 1885 Gran Bretaña y las otras “potencias” europeas se reunieron en la conferencia de Berlín para formalizar lo que denominaron “La lucha por África”, un embate que duró treinta años mediante el cual unos y otros reivindicaron todo el continente. Armados con un lápiz y un mapa, asignaron regiones enteras a los distintos países y crearon naciones del todo nuevas. Tanzania, Kenia y el protectorado de Uganda quedaron en manos de los ingleses.
Según se cuenta, los exploradores Johan Ludwig Krapf y Johannes Rebmann descubrieron la montaña conocida como Kiringaya (montaña brillante) en 1849 acompañados por un guía que pertenecía a la comunidad kamba. Aquel hombre llevaba consigo una calabaza vaciada y cuando los dos alemanes le preguntaron “¿Cómo llamáis a eso?” interpretó que se referían a la vasija y respondió “kii-nyaa”, pronunciación que los británicos hacen de “Kenya. Y así fue como decidieron llamar a la montaña, y más tarde también al país. En toda África los europeos le cambiaron el nombre a cuanto encontraron a su paso.
A lo largo del siglo XIX, los misioneros europeos recorrieron África de punta a punta abriendo camino al cristianismo. La labor fundamental de los misioneros consistía en visitar las aldeas y atender las necesidades sanitarias de la población. Asistían en los partos complicados, trataban las dolencias más graves que, como la gangrena, no podían solucionarse con remedios tradicionales a base de hierbas y corteza de árbol y más tarde construyeron centros sanitarios. Al principio, los misioneros se encargaban también de enseñar a leer a los adultos –previa conversión al cristianismo- pero no tardaron en fundar escuelas.
Poco después llegó un nutrido grupo de explotadores, aventureros, buscadores de fortuna y representantes de las potencias europeas en busca de riqueza (tanto naturales como humanas) que aprovechar e introdujeron de forma generalizada nuevos procedimientos para exprimir los ricos recursos naturales: la tala, la deforestación de los territorios, la plantación de nuevas especies de árboles, la caza y la implantación de la agricultura comercial. Todo lo representativo de la cultura local fue rápidamente reemplazado: el maíz sustituyó al mijo, y la tradicional bebida de mijo, en aquel momento la preferida por los kikuyu, fue sustituida por el té.
Los colonos recibieron títulos de propiedad sobre los territorios en que decidieron establecerse por lo general tierras que parecían óptimas para la cría de ganado y el cultivo de trigo, maíz, café y té. A fin de que esta gente se asentara en el lugar de su elección, muchas familias de nativos fueron desplazadas, un gran número de las cuales se vieron obligadas a trasladarse al valle del Rift. En la década de 1930, los británicos ya se habían asegurado de que la actividad de las comunidades indígenas (entre ellas los kikuyu) estuviera restringida a determinadas zonas que llamaron “reservas nativas” y de que sus tierras pasaran a manos de los recién llegados.”
Es imposible resumir, a causa del espacio restringido de un blog, su interesante trayectoria desde que comienza la educación escolar hasta que llega a la Universidad y finalmente obtiene una beca para estudiar cuatro años en los Estados Unidos. Se casa, tiene tres hijos y su marido la sorprende con una petición de divorcio llevando la causa ante los tribunales y sin opción a defenderse de graves acusaciones sobre su moralidad. Trabajaba en ese momento en la Universidad de Nairobi, en el Departamento de Anatomía Veterinaria. En 1982 decide presentarse a las elecciones parciales al Parlamento pues había quedado un escaño vacante, en la circunscripción de Nery, su pueblo natal. Para presentarse a las elecciones tendría que renunciar a su trabajo en la Universidad, puesto que el Parlamento había aprobado una ley por la cual cualquiera que trabajase para el gobierno u otras organizaciones paraestatales, y quisiera presentar su candidatura debería presentar su dimisión. Una vez que hubo presentado la carta de dimisión oficial a su puesto en la Universidad, las autoridades se sacaron de la manga, un formalismo que le impidió presentarse a las elecciones. El partido en el poder no quería que llegara al Parlamento y había ideado un mecanismo para impedírselo.
En 1982, su matrimonio había fracasado, no tenía opción a presentarse al Parlamento y se había quedado sin casa y sin trabajo pero todavía era directora del Consejo Nacional de Mujeres de Kenia y seguía al frente del Movimiento Cinturón Verde. El Movimiento Cinturón Verde era un proyecto incipiente al que había dedicado las horas que le quedaban libres al terminar sus jornadas en la universidad. Entonces se planteó hasta dónde podría llegar aquella organización y la fuerza que podría conseguir si se invirtieran los recursos suficientes para hacerla crecer.
A mediados de los ochenta el Movimiento Cinturón Verde ya había experimentado un notable crecimiento. En aquel momento casi dos mil grupos de mujeres se dedicaban al cultivo y cuidado de los árboles y las escuelas y los estudiantes del país se ocupaban de más de mil círculos verdes. Entre todos habían logrado plantar varios millones de árboles. Con el tiempo, el Movimiento Cinturón Verde contribuyó a la creación de más de seis mil viveros, dirigidos por seiscientas redes distintas de comunidades, e implicó a cientos de miles de mujeres y también a muchos hombres en el proyecto. A principios del siglo XXI sólo en Kenia, se habían plantado más de treinta millones de árboles.
Wangari Maathai representa un ejemplo y una fuerza de inspiración para todo aquél que en África luche por el desarrollo, la democracia y la paz. Durante años combatió con coraje la opresión en Kenia y sus “métodos de acción” contribuyeron a llamar la atención nacional e internacional sobre la opresión del régimen dictatorial de Daniel Arap Moi lo que la llevó, en repetidas ocasiones, a la cárcel. Defensora de la condonación de la deuda externa del tercer mundo, Maathai fue siempre una decidida opositora de la dictadura. En su ideario se combinan la ciencia, el compromiso social y la política activa y además de ocuparse de la protección del entorno, su estrategia ha sido siempre asegurar las bases del desarrollo ecológico sostenible, a través de la educación, la planificación familiar, la nutrición y la lucha contra la corrupción. El Movimiento Cinturón Verde ha abierto caminos para el desarrollo desde abajo. Es una voz que habla en África por la promoción de la paz y por unas mejores condiciones de vida en el continente. En Kenia tan sólo una tercera parte de las tierras son aptas para el cultivo. El resto de los territorios son áridos, semiáridos o desérticos y la zona forestal forma parte del tercio cultivable. Además, la mayor parte del terreno boscoso se encuentra en las montañas, por lo que la pérdida de suelo forestal resulta muy peligrosa.
Proteger los bosques contra la desertificación, es un factor vital en los esfuerzos para reforzar el medio ambiente en nuestra tierra, explicó Wangari Maathai cuando le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz en el año 2004.

En el año 2005 la Universidad de Nairobi, (la misma de la que había sido alumna y la que en 1.982 no puso ningún reparo en perderla de vista), le concedió un doctorado honoris causa, en ciencia.