Pasará breve o largo espacio de tiempo
antes de que mis naves
fondeadas, solitarias queden
sin la voz del capitán
que las gobierne.
En el puerto,
y al abrigo del trinquete o la mesana
llegarán las aves cortesanas
de las olas a aposentarse,
a anidar como si fuera por propio derecho
y a romper con sus gritos de combate
el sosiego de mis barcas,
a rasgar las velas con sus agudos picos
por el puro placer de hendirlas,
triturarlas
sin que la voz del capitán
-silenciada para siempre-
pueda orgullosa protestar
de tal abuso y atropello.
¡Mi pobre nave fondeada!
El duro oleaje del invierno
lanzará tu proa contra el muro del puerto,
se quebrará tu quilla
te deshará el silencio...
Y las sirenas de otros barcos
que gozosos se hacen a la mar
aún hará más triste y más sombrío
el tiempo del despojo y del olvido.
Raitán
Alcalá de Henares, 16 de septiembre de 2002
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